24 de febrero de 2006

Haciendo amigos

Cada uno escribe sobre lo que ocurre en su vida. La mía es monográfica sobre la M-30.

Día tras día le dedico más tiempo a esta actividad. Así que hay que buscar entretenimiento allí donde estás. Y es que la radio ya no es suficiente, he llegado a comprender lo tremendamente aburrido que es escuchar todos los días las noticias del deporte, no dicen absolutamente nada nuevo, y todo es repetitivo. ¡No me importa si Ronaldo está gordo o se quiere ir a Italia!.

Así que ya que uno está 3 horas diarias de su vida atrapado entre coches hay que buscar otra cosa que hacer. Un día me propuse contar las grúas que había ahí metidas. Llegué a 100 en todo el tramo del Manzanares, y no se me ha vuelto a ocurrir contarlas de nuevo.

Pero últimamente viendo la facilidad con la que aparecen y desaparecen carriles en esta autovía todos los conductores vamos con tres ojos puestos en la carretera. Es algo muy curioso, nadie se mueve, como cuando esperas que un semáforo se ponga en verde. Te vas diciendo, al de mi derecha no le pienso dejar cruzarse, y como el de mi izquierda invada mi carril...

La imagen de todos los conductores encorvados sobre el volante, agarrando ese tramo de vía que ni si quiera está separada por líneas, y luchando por no ser adelantado y perder 10 segundos más de la hora y media que estás ahí atrapado es lo más habitual estos días.

Mientras tanto tu tripa te recuerda que no has comido nada.

Todos somos como espías que observamos detenidamente el entorno.

Estaba yo saboreando ese momento en el que puedes avanzar unos metros, cuando el carril de la izquierda desaparecía, y estaba claro que esa bruja que llevaba en paralelo me debía dejar pasar. ¡Aceleró, me cerró y casi me ralla el coche! Tuve que frenar para no alargar la agonía de los que nos seguían. Pero estas cosas no se olvidan.

Mi radar se activó, un ojo observaba la carretera, pero el otro no se separaba de ese coche rojo que me había adelantado. Un nuevo amigo en la M-30.

Logré cambiarme al carril de la derecha, avancé, pero no me puse a su altura, volvieron los tres carriles, ella se fue a la izquierda, y yo al centro. Nos pusimos en paralelo, e ¡intentó cerrarme de nuevo!, por supuesto que esta vez se quedó con las ganas. Me cambié al carril derecho, y ella al medio, esta vez me había equivocado, se puso por delante. Cambié doblemente de carril al izquierdo, y por fin logré mi objetivo. Me puse en paralelo a ella, y justo en ese momento la cerré y me puse por delante. Me faltó un pelo para saludarla, eso sí, con el dedo corazón. Una vez que estuvo detrás mío nadie me quitó la sonrisa de la cara. Frené, dejé pasar a varios coches delante mío, viendo cómo su cara cambiaba de color. Unos metros más adelante intentó meterse en el carril derecho, cuando ya casi lo había logrado repetí yo su maniobra, y me puse delante de ella. Volviendo a frenar, y dejando que otros 2 coches nos adelantaran. ¿Cómo podía ser tan feliz?. Su rostro había pasado por el rojo, morado, amarillo y todos los colores intermedios que no ve un daltónico. Mi sonrisa llegaba de oreja a oreja.

Nuestro carril se iba a acabar, nos debíamos incorporar al carril central, donde había 3 enormes camiones. En condiciones normales me hubiese puesto delante de los tres, pero esta no era una de esas ocasiones. Frené, ella levantó los brazos, debía estar maldiciéndome en arameo. Pasó el primer camión, hice intento de meterme detrás del segundo, pero frené más y ella no pudo incorporarse. Pasó el tercer camión y es cuando yo entré, frenando tanto que no la dejé entrar detrás mío.

Dos coches por atrás me olvidé ya de ella, pues el atasco acababa ahí. Así da gusto estar atascado, el tiempo se pasa volando.

Me pregunto si cada día haré nuevos amigos.

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