30 de noviembre de 2005

De como somos

Todos, o supongo que la mayoría solemos mirarnos cada mañana en el espejo y preguntarnos, ¿Qué pensarán de nosotros los demás cuando nos vean?. Es una pregunta pasajera, que se nos olvida según dejamos de mirarnos, como si de repente, al no vernos, desaparecieramos, y bueno, ya no se fijarán en mis zapatos, o en que la camisa no va a juego con la corbata.

No hacemos más que engañarnos a nosotros mismos, puesto que desde el momento en el que salimos a la calle juzgamos a todos los que vemos, y nos preguntamos de todos ellos, ¿pero se habrá mirado al espejo antes de salir? ¿Cómo podemos ser tan críticos con los demás y tan permisivos con nosotros mismos?

Caminamos serios, con paso firme, y pensando en nuestras cosas. Observamos lo que nos rodea, y siempre hay algo que nos llama la atención. Me hace gracia las cosas que más nos distraen mientras vamos por la calle. Miramos a la gente que ríe, como si estuvieran locos. A los que cantan, pensando en lo mal que lo hacen. A los que van corriendo, como si fuera un pecado. A los coches que pitan, por molestos. A los niños jugando con una pelota, por miedo a que se vayan a la carretera. Y últimamente a los conductores que hablan por móvil, para apartarnos de ellos.

Nos entretiene llegar a casa, encender la tele, y ver como dos personas desconocidas hablan de su vida, como si realmente fuese interesante. Pero nos parece inconcebible parar a alguien por la calle, saludarle, y contarnos nuestras vidas, pensando que es ilógico, o menos entretenido.

Nos gusta criticar, pero no que nos critiquen. Nos gusta mirar, pero no que nos miren.

Por qué no pensamos que nos gusta saludar, y que nos saluden, nos gusta sonreír, y que nos sonrían, nos gusta hablar, y que nos cuenten cosas. Entonces, ¿por qué no saludamos por la calle? Y no me refiero a los que te encuentras en el ascensor, les dices hola, y comentas con ellos el tiempo. Esto me recuerda a otro tema del que hablaré otro día. ¿Por qué saludamos a los vecinos que nos encontramos dentro del portal, pero si nos los encontramos fuera nos hacemos los suecos? ¿No os ha pasado nunca? Una vez cruzamos ese límite imaginario del portal, dejan de ser vecinos, para ser un desconocido más.

1 comentario:

Anónimo dijo...

De como somos dos

Uno: Sentimiento y pasión; instinto y placer; emoción y entusiasmo; odio y amor.

Dos: Reflexión y conocimiento, equilibrio, moderación, racionalidad, cordura y lógica.

Uno: ¿Qué pensarán de nosotros los demás cuando nos vean?

Dos: Probablemente lo mismo que nosotros de ellos.

Uno:¿Se habrán mirado al espejo antes de salir?

Dos: Lo mismo que yo. ¿Cómo podemos ser tan críticos con los demás y tan permisivos con nosotros mismos? Voy a ser tan crítico con ellos como ellos conmigo. Voy a tratar a los demás como quiero que ellos me traten a mi.

Nos entretiene llegar a casa. Encender la tele. Inclusive verla. Nos entretiene ver como dos personas desconocidas hablan de su vida, discuten y se pelean. Como si realmente algo hubiera de interesante en ello. Igual que si no lo hubiera. Porque somos dos.

Nos gusta criticar y que nos critiquen. Porque somos dos
.
Nos gusta mirar y que nos miren. Porque somos dos

Nos gusta saludar y que nos saluden. Porque somos dos

Nos gusta sonreír y que nos sonrían. Porque somos dos

Nos gusta hablar y escuchar. Porque somos dos


¿Por qué nos saludamos por la calle? y ¿por qué no? Porque depende del estado de ánimo de las personas.

Cambiando la pregunta: ¿Por qué hay algunos días que no me apetece que me saluden y preferiría subir las escaleras andando con tal de no entablar conversación intranscendente sobre el tiempo que hace y el frío que se avecina? Porque somos dos.

Porque somos variables. Volubles y relativos. Moldeables. Somos débiles e intrascendentes. Pero también inteligentes, despiertos y calculadores.

No importa lo que nos guste o nos deje de gustar. Sobre gusto no hay nada escrito y lo que se escriba sobre gustos no vale para nada.

Pasa lo mismo que con los sentimientos. ¿De qué sirven? Sólo de agentes controladores para que te comportes bajo la norma del animal que llevas dentro.

Nos ha pasado a todos. Ver dos personas en la misma según el contexto en que la trates.

A mi me pasó una vez con mi gallina Pinta y otra con la vecina de enfrente. Jamás las asociaré con la que me pusieron en pepitoria ‘pacomé’, ni con la compañera de trabajo, respectivamente.