22 de noviembre de 2005

Tiempo al tiempo

¿Qué es el tiempo y por qué nos amarga tanto?

Tiempo, esa cuarta dimensión que no se ve y depende de tantas cosas... de nuestro estado de ánimo, de la compañía, del meridiano en el que nos encontramos, la precisión de nuestro reloj, de si llegamos tarde, o por lo contrario esperamos algo... Depende hasta de nuestra edad, pues cuanto mayores somos, más rápido se nos pasa. Es decir, ¡el tiempo depende de si mismo! De ahí ese refrán de tiempo al tiempo...

Un vaso medio lleno o medio vacío al fin y al cabo tiene una cantidad medible de líquido. ¿Pero cómo se mide una franja de tiempo? ¿Con un reloj? Fundamentado en las oscilaciones de un cristal de cuarzo, el cual puede ser más grande o más pequeño, se supone que oscila una vez al segundo. Pero aún con esto imaginemos que nuestro reloj es el más preciso del mundo. Decidimos medir una franja de tiempo desde ya hasta ya. ¿Cómo hemos sido de precisos? ¿Cuánto hemos tardado en apretar el botón? ¿Hemos tardado lo mismo en ponerlo en marcha que en pararlo?

Científicamente,"El segundo (s) es la duración de 9 192 631 770 periodos de la radiación correspondiente a la transición entre los dos niveles hiperfinos del estado fundamental del átomo de cesio 133."

No sólo es difícil entender esta explicación, sino que yo no creo que ningún reloj tenga átomos de cesio en constante transición entre dos niveles hiperfinos de su estado fundamental, y menos que una persona lo lleve radiando por la calle. Bastante tenemos ya con la radiación de los móviles y las antenas.

Entonces, si no sabemos qué es el tiempo, obviando las miles de conversaciones diarias sobre el tiempo que hace y que todo el mundo ve, entonces, ¿Por qué nos amarga? ¿Por qué es tan importante ser puntual, y tan grave retrasarse? ¿Por qué nos ceñimos a un horario estricto diariamente? Tenemos un despertador para levantarnos, una hora de entrada al trabajo, horas para los descansos, para comer, y de salida. Hora para las series de la tele, y una puntualidad absoluta para atragantarnos con las uvas cada año. Y todo esto para que debido a nuestras imprecisiones con el tiempo los astrónomos decidan añadir años bisiestos a su antojo, que si uno cada cuatro años, que si cada cien años no, que si cada cuatrocientos si... Menudo mareo, y total, esto sólo le importa a los fabricantes de calendarios, ¿a quien más?.

Entonces ¿por qué agobiarse?. Dejemos todos el reloj en casa y vivamos un día sin preocuparnos por el tiempo. Eso sí, todos pondremos el despertador al día siguiente para evitar que nos echen del trabajo.

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